UNA GRACIA QUE TRANSFORMA.
- Jasser Manjarrez
- hace 2 días
- 2 Min. de lectura
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12.2
La gracia, lejos de ser una doctrina que nos haga irresponsables, nos llama a la transformación. Romanos 12:1-2 describe ese proceso de renovación de la mente que nos lleva a comprobar la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Somos responsables de responder a la gracia que hemos recibido. No somos meros espectadores en la obra de la salvación; somos colaboradores, llamados a rendirnos y a permitir que Dios cambie nuestro ser.
1 Juan 2:3-6 aclara que quien dice permanecer en Él, debe andar como Él anduvo. La gracia nos pone delante un modelo a seguir: Jesucristo, el ejemplo de obediencia perfecta al Padre. Si la gracia no estuviera acompañada por el llamado a la responsabilidad, la vida cristiana sería una mera formalidad espiritual. Pero el Evangelio es poder de Dios que nos transforma radicalmente.
Este poder transformador se evidencia en nuestra forma de pensar, hablar y actuar. No es un cambio automático; requiere decisión y dependencia diaria de la presencia del Espíritu Santo. Santiago 1:22 nos exhorta a ser hacedores de la Palabra y no solo oidores. La gracia nos habilita a obedecer, pero la responsabilidad recae sobre nosotros al dar pasos concretos de fe y acción.
La “hipergracia” puede derivar en un cristianismo pasivo, donde no hay interés en el crecimiento espiritual ni en la obediencia. Sin embargo, la verdadera gracia bíblica nos llama a un discipulado activo y comprometido. La responsabilidad transformadora se ve en detalles cotidianos: perdonar al que nos ofendió, servir con amor a quien nos necesita, renunciar a hábitos pecaminosos, etc. Todo esto es posible gracias a la obra del Espíritu en nosotros. Cada día tenemos la oportunidad de afirmar: “Señor, cuento con Tu gracia para vivir conforme a Tu Palabra.” Así convertimos la gracia en el fundamento de nuestra práctica cristiana.
Por ende, todos los días hay que poner en práctica los principios eternos que hacen florecer el carácter y la apariencia justa de aquel que llevamos en nuestro corazón. Este es un llamado constante donde se requiere valor y dominio propio. Si quieres vencer tus debilidades, debes fortalecerte en Dios, y quizás no sepas como hacerlo, pero solo con poner practicar sus principios, sentirás como su gracia y amor te cubren. No te quedes inmóvil, pelea para vencer, y no para llorar, pelea para conquistar y no para ceder. Tú y yo fuimos llamados a vivir en santidad, y no porque nosotros lo buscamos, sino por la vida de Dios que ahora llevamos por dentro.
Reflexiona: ¿Estás viviendo la gracia de manera pasiva o estás dejando que te transforme y te impulse a la acción? ¡Recuerda que la fe sin obras está muerta!
Bendiciones.
La gracia de Dios no solo nos salva, sino que también nos transforma. Vivimos en un mundo que constantemente nos empuja a adoptar sus valores, pero la gracia nos invita a algo mejor: a ser renovados desde adentro. Esta renovación no es fruto de nuestro esfuerzo humano, sino del amor inmerecido de Dios que obra en nosotros.
Cuando permitimos que Su gracia moldee nuestra mente y nuestro corazón, comenzamos a ver la vida con una nueva perspectiva. Ya no buscamos agradar al mundo, sino vivir conforme a Su voluntad. Y en ese proceso descubrimos que Su camino es verdaderamente bueno, agradable y perfecto.
Señor, cuento con tu gracia para vivir conforme a tu palabra. 🙌