SU CASA

Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. Juan 14:23

Buenos días, que la mano de Dios opere de manera especial en tu vida.

De seguro, este concepto dejaría perplejos a sus discípulos, de seguro ellos no entendían todavía la obra final que haría Dios con sus vidas, pues el plan de Dios no solo fue establecido para salvarnos y llevarnos al cielo, sino que también que como casa de Dios pudiéramos traer el cielo a la tierra.

Comprender esta maravillosa obra debe causar un movimiento en todo nuestro ser, quizás la mente humana no alcance a dimensionar esta maravilla, pero para aquellos que hemos renacido, entendemos que es el pacto para todos aquellos que aman a Dios por encima de todo. Vivir en esta realidad de casa nos hace entender que ya no somos nosotros los que gobernamos nuestras vidas, sino que ahora es la misma vida de Dios la que nos direcciona todos los días.

Somos su casa, el lugar deseable para Dios, y no porque nosotros lo buscamos; fue el mismo deseo de un Padre en busca de que sus hijos siempre caminen haciendo su voluntad. En el pasado era muy difícil caminar en los principios de Dios, pero ahora teniendo que su vida por dentro es un deleite. Lo que antes era una ley, ahora es una gracia que no se consume y nos envuelve llevándonos a parecernos más a él, día tras día.

Entendamos esto, ser casa de Dios conlleva una gran responsabilidad, porque nos hace saber que son sus principios los que nos gobiernan. Es imposible vivir en esta casa a nuestra forma, es imposible ser aposento de Dios y pretender tener vidas vacías y desordenadas, es imposible levantar cimientos sólidos y perpetuos, si no es Dios quien está presente. Creo que si esta realidad se abre a nuestros ojos, podemos hacerlo mejor. El cielo no nos dio cualquier cosa, el cielo nos dio la vida de Jesucristo para que en este cuerpo mortal podamos disfrutar y vivir en su realidad.

Esta es nuestra realidad, la realidad deseada del cielo con todos aquellos que lo aman y guardan su palabra. ¿No te parece fantástico esto? Pues a mí me seduce, me apasiona y me lleva todos los días a depender más de él. Creo que el día en que entendamos que nada de lo que tenemos es nuestro, ese día dejaremos de vivir para sí, y comenzaremos a vivir para disfrutarlo a él.

Este es nuestro mayor deleite, saber que ahora somos portadores de su presencia y su amor. Por ende, ser templo y casa de Dios es tener acceso a una comunión y relación que perdura en el tiempo. Ser casa de Dios nos hace vivir en uno de los diseños establecidos por Dios. "CASA DE ORACIÓN". No solo es el poder, esta casa se rige por un soporte principal que se llama AMOR.

Bendiciones.