DIOS GUARDA SILENCIO

Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por eso será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que esperan en él. Isaías 30:18

Hay etapas en la vida en las que el alma grita, pero el cielo parece callar. Oramos con lágrimas, buscamos respuestas en la Palabra, levantamos las manos esperando una señal… pero lo único que recibimos es un silencio profundo, casi abrumador.

Y en medio de esa quietud, la mente comienza a llenarse de dudas. “¿Será que Dios me ha olvidado?” “¿Por qué guarda silencio justo ahora que más lo necesito?” “¿Estoy solo en este valle?”

Pero hoy quiero que sepas algo: el silencio de Dios nunca es vacío. Esconde propósito, esconde enseñanza y esconde amor.

Dios no es indiferente a tu clamor. Él no es como los hombres, que se desconectan cuando ya no saben qué decir. Él es un Padre perfecto, y cuando calla, también está hablando… de otra manera.

Hay silencios que no son castigo, sino preparación. Silencios que no son señal de abandono, sino parte del proceso divino para enseñarte a caminar por fe y no por vista. Recuerda a Job, quien no recibió explicación inmediata al sufrimiento, pero fue sostenido por la fidelidad de Dios. Recuerda a Abraham, esperando una promesa durante años sin oír una nueva palabra. Recuerda a Jesús en el Getsemaní, orando con sudor de sangre mientras el cielo guardaba silencio…

Y aun así, Dios nunca dejó de estar allí, a veces, Dios guarda silencio porque está formando algo eterno en lo invisible. No está ignorándote, está cultivando fe, madurez, dependencia, profundidad… Está entrenando tus oídos para que aprendas a reconocerlo, no solo cuando habla, sino también cuando espera.

Y en esa espera, tu alma se hace fuerte, tu espíritu se afina, tu raíz se profundiza.

Así que, si estás atravesando el silencio de Dios, no lo veas como el fin. Míralo como el intervalo antes de una manifestación, como el suspiro antes del milagro, como el velo que antecede a una revelación mayor.

Porque quien aprende a permanecer en el silencio de Dios, está listo para sostener el peso de Su gloria cuando hable.

Bendiciones