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CELO POR LO SANTO.

  • Foto del escritor: Jasser Manjarrez
    Jasser Manjarrez
  • 5 jun 2023
  • 2 Min. de lectura

Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume. JUAN 2:17


Buenos días, que la bendición de Dios sea sobre tu vida.


Todos conocemos la realidad que el cielo construyó para que nosotros pudiéramos vivir. Jesús murió por todos nosotros y esta muerte nos ubicó en un nuevo lugar siendo casa de Dios. En otras palabras, el cielo nos entregó la vida de su hijo para que en estos vasos de barro la pudiéramos disfrutar, siendo la imagen de ese que un día lo entrego todo para salvarnos.


Ser casa de Dios siempre será la expresión de la vida que ahora portamos, tenemos un sello inigualable, hemos renacido de las cenizas, nos compraron y nos pusieron en lugares altos para alumbrar, proteger y expresar la esencia de su naturaleza en la tierra. Todo esto nos coloca en un lugar privilegiado, pero también nos entrega una gran responsabilidad que nos lleva a guardar con amor, pasión y entrega todo lo maravillo que se nos fue delegado.


No podemos ser como aquellos que le dieron el uso incorrecto a lo de Dios, convirtiendo su casa en un mercado, algo que él nunca les pidió. Esta generación debe ser entendida, porque mientras tratemos como común lo santo, siempre iremos en contra de lo que Dios ya dijo: somos un templo santo donde su presencia reposa. El celo y el amor por lo Dios nos debe arropar llevándonos a cuidar de lo que Dios nos entregó.


Sin duda, necesitamos un cúmulo de cosas para que el celo por su obra nos consuma, entre estas mencionó el amor; como la base que nos llevará a ver con otros ojos, esa entrega en la cruz que nos salvó. Proteger lo de Dios no es una obligación, es la expresión del amor que ahora sentimos.


Como generación estamos caminando por un hilo muy delgado, en nuestras manos está en ser la generación del último avivamiento en la tierra o esa que perdió la conexión con el cielo y nunca fue conocida por el Padre. Seamos entendidos y dejemos que los ríos de Dios hagan lo que tengan que hacer en nuestras vidas.


Seamos valientes, arriesgados y fuerte, cuidando y amando lo que el cielo nos entregó. Seamos protectores de su presencia, pongamos límites, porque hay cosas que no se vende ni se negocian, puesto que son sus principios lo que nos llevaran a vivir conforme a él le agrada.


Que el celo por su obra nos lleve a vivir conforme a su palabra, haciendo que la expresión de su amor y verdad cada día sean la puerta que otros abren para conocer su voluntad.


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